No importa no lo que hagamos. No importa lo que digamos. No importa nada de nada, todo es mentira. Creo que -- este relativismo solo tiene importancia siempre y cuando todo lo que hagamos, sea lo que sea , lo que digamos, lo que no digamos, lo que hagamos o lo que no hagamos .. nos acerque un poco más a esa persona que siempre supimos que somos .. y no quisimos ( o no pudimos) ver.
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LA CAJA DE PANDORA
Cierto día, El poderoso Zeus decidió castigar a los hombres porque se habían vuelto malvados y soberbios. Y llamando a su hijo Vulcano, le ordenó:
-Necesito que me fabriques rápidamente una mujer.
El herrero divino, que había llegado cojeando y distraído hasta el trono de su padre, se sobresaltó al oír aquello.
-¡Fabricar una mujer! -exclamó-. Pero, señor, eso es mucho más difícil que forjar la armadura de Marte o cincelar el escudo de Minerva.
Pero ante la insistencia de Zeus, el feo Vulcano, obediente, regresó a la fragua y empezó a fabricar la mujer que su padre le pedía con tanto interés.
Con sus brazos vigorosos, la modeló hábilmente hasta hacerla en todo semejante a las bellísimas diosas. Finalmente, le dio por alma una chispa de fuego divino que ardía en los inmensos hornos del Olimpo.
Rápidamente acudió Minerva para admirarla y le regaló un cinturón de perlas y un riquísimo vestido de púrpura y piedras preciosas; también la bella y dulce Venus esparció sobre la cabeza de la recién creada doncella las más exquisitas virtudes femeninas, mientras las Gracias, las Charites y las Horas de adornaban el pecho y los brazos con joyas refulgentes y guirnaldas de flores pefumadas.
Incluso Zeus quiso ofrecer su regalo a la bellísima mortal, antes de enviarla entre los hombres.
-Te doy el nombre de Pandora, ¡oh, graciosa doncella! -dijo Zeus-. Tu nombre significa la mujer “de todos los dones”. A los que acabas de recibir añado éste mío. Se trata de éste cofrecillo que llevarás contigo cuando bajes a la Tierra. Contiene todos los males que pueden hacer llorar, sufrir, destrozar a los hombres. Guárdate, pués, de abrirlo por nada del mundo. Si lo hicieras, los males se esparcirían por la Tierra, mientras que aquí permanecerán encerrados, eternamente presos, sin que puedan perjudicar a nadie.
La mujer recién creada, acogió con gratitud el don de Zeus y sobre un magnífico carro descendió a la Tierra, donde el Destino le había señalado como esposa del rey Epimeteo, hermano de Prometeo.
La curiosidad de Pandora, poco a poco, empezó a inquietar su pensamiento. ¿Qué contenía el precioso cofrecillo regalado por Zeus? ¿Todos los males? ¿Y si abriese apenas un poquito la tapa y mirase con precaución por la rendija para ver cómo eran?
Pandora levantó la tapa, e inclinó el rostro hacia la breve abertura, pero tuvo que apartarse rápidamente, presa del mayor espanto. Un humo denso, negro, acre, salía en enormes espirales del cofre, mientras mil horribles fantasmas se dibujaban en aquellas tinieblas que invadían el Mundo y oscurecían el Sol.
Eran todas las enfermedades, todos los dolores, todas las fealdades y todos los vicios. Y todos ellos, rápidos, incontenibles y violentos, salían del cofre irrumpiendo en las tranquilas moradas de los hombres.
En vano, Pandora trataba afanosamente de cerrar el cofre, de cortar el paso a los males, de remediar el desastre. El Destino inexorable se cumplía y desde entonces la vida de los hombres fue desolada por todas las desventuras desencadenadas por Zeus.
Cuando todo el humo denso se esfumó en el aire y el cofre parecía vacío, Pandora miró al interior, y vió todavía un gracioso pajarillo de alas tornasoladas. Era la Esperanza.
Se apresuró a cerrar el cofre impidiendo así que la Esperanza se escapara al igual que todo lo que había contenido en su interior.
De ésta manera se conserva guardada en el rincón más profundo de nuestros corazones la Esperanza de los hombres.
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